CANSADOS PERO APRENDIENDO

Hoy en día vivimos tiempos que van acelerados, donde todo cambia tan rápido que a veces cuesta parar y respirar. En esta entrada no quiero hablar solo de educación en cuanto a contenidos, sino de algo que, a pesar de parecer invisible está muy presente en nuestras vidas: el cansancio. Ese desgaste profundo que sentimos y que, sin darnos cuenta, también afecta a las organizaciones educativas y a quienes formamos parte de ellas.

Ultimamente siento que vivimos al borde del colapso. Todo parece estar en crisis: el clima,  la salud mental, las relaciones social... Es como si saltáramos de una urgencia a otra sin espacio para detenernos, como si estuviésemos atrapados en una especie de estado de alarma permanente. Y aunque nos hayamos acostumbrado a este ritmo, eso no significa que no nos esté pasando factura.

Bauman lo llama "modernidad líquida", y cada vez siento más, que esa metáfora describe lo que vivimos. Todo se escapa: las relaciones, los proyectos, incluso nosotros mismos. Nada se asienta, parece que no hay tiempo para nada. y en medio de todo este movimiento constante, aparece una sensación de inseguridad de no saber donde poner los pies.

A esto se le suma otra preocupación que cada vez pesa más: la hiperconexión : Nicholas Carr plantea algo que me inquieta y que me hace pensar : ¿nos está cambiando la forma de pensar internet? ¿Estamos perdiendo esa capacidad de estar, de concentrarnos, de profundizar en algo sin que mil notificaciones nos interrumpan? Y creo que sí. Me doy cuenta de que me cuesta cada vez más estar en una sola cosa, concentrarme durante mucho rato sin mirar el móvil, sin sentir esa necesidad casi automática de revisar si ha llegado algo nuevo.  

Vivimos rodeados de estímulos constantes: notificaciones, mensajes, vídeos... todo compitiendo por nuestra atención. Y eso tiene un precio, siento que estamos perdiendo la capacidad de profundizar, de estar presentes de verdad en lo que hacemos. Tan acostumbrados que estamos a la inmediatez, al salto rápido de una cosa a otra, y dejamos de lado esa pausa tan necesaria para poder pensar, conectar, para sentir. 

Y si eso me pasa a mi a diario, ¿Como no se va a trasladar a las aulas, a los estudiantes, a los docentes ? La atención se ha vuelto un bien escaso y quizás sea uno de los mayores desafíos educativos de hoy: recuperar la posibilidad de estar verdaderamente presentes. Y aquí, creo que hay una oportunidad de cambio, porque quizá educar también tenga que ver con crear pequeños espacios donde lo inmediato se desacelere, aunque sea por un momento y podamos volver a escucharnos. 

Y si todo esto ya asusta, Byung-Chul Han lo lleva un paso más allá, habla de que vivimos en una sociedad del cansancio. Afirma, que el tipo de agotamiento que presentamos es particular,  no viene solo de hacer demasiado, sino de tener que ser demasiado y lo peor de todo, no es por que alguien externo nos lo imponga, es algo interno, está en nosotros ya que lo hemos ido normalizando.

Vivimos constantemente preocupados por rendir, por querer destacar, por poder explotar el tiempo al máximo. Yo lo he sentido muchas veces, esa voz interna que te dice: "Podrías estar haciendo más", "No estás aprovechando el tiempo" y  aunque lo logres, el cansancio no desaparece. Por que en esa lógica de rendimiento,  siempre hay algo más que deberías haber hecho o estar haciendo. 

Claro está, que esto también queda reflejado en la educación. A menudo, en las aulas podemos ver alumnos agotados, saturados y desconectados emocionalmente. No porque no les interese aprender, sino porque a veces el sistema educativo también reproduce esta presión: exámenes, trabajos, competencias, rankings. ¿Y si el problema no es que los estudiantes no se esfuercen, sino que están demasiado cansados para poder conectar

Esto me preocupa de cara al futuro. Llega un punto en el que la educación puede convertirse en una forma más de exigir sin descanso, sin espacio para la pausa. Y entonces, ¿qué pasa con lo humano en todo esto? ¿Dónde queda el margen para equivocarnos, para explorar, para simplemente descansar? Tal vez lo que necesitamos es aprender a frenar, a permitirnos y permitir a los demás tiempos distintos, sin presiones ni comparaciones.

Lo que me deja pensando es: ¿Cómo vamos a acompañar el aprendizaje de otros si nosotros mismos estamos al borde de la saturación? Quizás es  momento de que las escuelas empiecen a imaginar nuevas formas de educar que no agoten, que no solo enseñen, sino que también cuiden.

Así que sí, estamos cansados. Pero no solo de no dormir, sino de no poder parar. Cansads de estar constantemente conectados, de sentirnos insuficientes y de intentar llegar a todo sin llegar a nada del todo. Y quizás el primer paso no sea encontrar todas las respuestas, sino atrevernos a hacernos nuevas preguntas: ¿Cómo queremos vivir? ¿Que espacios necesitamos para respirar? Tal vez, si empezamos por ahí, podamos también imaginar una educación diferente, que nos devuelva tiempos más humanos y un ritmo más habitable.

A pesar de que hoy no salgamos con respuestas cerradas, si con nuevas ideas y con la certeza de que otra forma de vivir y educar es posible.  Así que os invito a que compartáis vuestra opinión ¿Qué podríamos cambiar, para que la vida no sea una carrera sin pausa? ¿Como podríamos recuperar el tiempo para lo importante, también dentro de las escuelas?

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

PRIMERO DE TODO UNA BREVE PRESENTACIÓN

OTRA FORMA DE ENSEÑAR ES POSIBLE